La muerte pintada en la cara #2
Tengo la muerte pintada en la cara.
Tengo la muerte pintada en la frente.
Tengo la muerte pintada en la polla.
Tengo la muerte pintada en los tuétanos.
Tengo la muerte pintada en las sienes.
Tengo la muerte pintada en un ex libris que sella corriendo y al vuelo,
atrapando cada uno
de los míseros pensamientos que aún se me escapan de la mollera.
Tengo la muerte escrita
en negrita,
en cursiva,
subrayada,
y en MAYÚSCULAS,
en mi secuencia de ADN.
La tengo descrita sin margen de error
en mi mustio árbol genealógico,
que no tapa el bosque
porque no es árbol ni es arbusto,
sino planta abandonada en maceta de plástico barata,
en balcón de persiana bajada
de piso vacío de barriada chunga;
olvidada por el agua
y achicharrada por el sol más cruel e indiferente;
alimentada con tierra mantillo de tienda china de los veinte duros,
ahora reseca y sin memoria de nutrientes,
y tapada entera por colillas muertas
fumadas con avaricia
por idiotas desalmados que nos dejaron
allí, así clavado,
su recuerdo.
Eso es mi árbol genealógico,
mi pequeño arbolito
tan desgraciado y tan mío;
así que hago lo único que puedo hacer:
calcular las distancias, medir los esfuerzos,
tomar aire y determinación,
y, a la de tres, comenzar a escalar.
Subir con seguridad de hombre araña
la fachada chunga de barriada pobre,
tostado mi cuerpo al sol,
cayendo las gotas de mi frente pintada de muerte
al suelo cada vez más alejado,
donde gentes vestidas de chándal
apuestan divertidas sobre mi ruina.
Subir con seguridad de infra hombre,
triste aprendiz de araña,
al rescate de esa estúpida planta,
mi pequeño arbolito
tan desgraciado y tan mío.
Porque NO tengo la muerte pintada en la cara.
Porque NO tengo la muerte pintada en la frente.
Porque NO tengo la muerte pintada en un ex libris
que sella corriendo y al vuelo,
atrapando cada uno
de los míseros pensamientos que aún se me escapan de la mollera.
Lo que yo tengo es mucho cansancio
y mucha mala leche,
hechas una mueca mentirosa
sobre mi cara verdadera,
y mira,
ahora tengo también este arbolito,
tan desgraciado y tan mío,
y aquí lo traigo,
apretado bajo el brazo.