Tres ángeles

Los tres cuerpos congelados
aparecieron al entrar la primavera,
se escuchaban los pájaros,
y los verdes nuevos, hermosos,
se dibujaban como puntos
pegados a las ramas,

fue entonces
que nos entregaron
estos tres bellos cuerpos,
fina, profunda y completamente congelados.

¿Cómo descongelamos aquí los cuerpos de los muertos?
Igual que lo harías tú,
igual que lo haces en casa,
les damos su tiempo, dejamos que el calor,
y el tiempo, vayan haciendo su trabajo.

Caen gotas,
hay cubos que colocar.
Sobre las asépticas losetas blancas
se forman pequeños riachuelos, fríos y saltarines,
hechos del agua misma que vino de arriba, de la montaña,
que se aleja corriendo,
ahora contenta y viva,
de los cuerpos de los muertos.

Aquí es donde se descongelan los cuerpos congelados
y yo soy el encargado de acompañarlos,
todas esas horas, todo ese proceso.
Tomo notas, miro, vigilo.
Tengo una silla, una lámpara,
cubos y ropa de abrigo.

Paso aquí muchas horas,
días y noches,
y claro, a veces pienso, o imagino, o deseo,
que mis fríos amigos abren los ojos,
mueven los brazos,
hacen un esfuerzo, rompen el hielo
que aún les rodea los labios,
y casi esbozan una sonrisa.

Estos tres de aquí,
dos mujeres y un hombre,
son bellísimos.
Su belleza es angelical,
es fácil imaginar esas caras
desapareciendo, poco a poco,
bajo nuevos y leves velos de hielo superpuesto,
hasta ser tapados
del todo
por la densidad blanca,

o repasar ese mismo proceso, pero en sentido inverso,
hacia atrás,
y ver como esos velos, uno tras otro,
se desvelan,
deshaciendo en agua
la dureza del hielo,
y trayéndonos de nuevo
sus caras,

y sí, su belleza es angelical,

tres cuerpos congelados,
tres cuerpos angelados,
así se descongela un ángel,
y aquí, así, estoy yo esta noche,
rodeado de ángeles congelados,
velando su dormir,
imaginando su despertar.

Tres ángeles
que vienen de algún sitio
diferente, misterioso y distante,
y están de vuelta
con una buena nueva
asomando tras el hielo de los labios.

Me he dormido,
y es el frío lo que de golpe me despierta,
o quizá sea el sonido de las plumas,
el chasquido animal de las grandes alas
desplegándose de nuevo,
y justo me da tiempo a levantarme
mientras se alejan desde la ventana,
y los sigo con la mirada,
y me asomo,
y ya no los veo,

y aquí junto a mí ya no hay tres cuerpos,
solo hay una lámpara, una silla y un frío atroz,
y tres cubos llenos de agua casi helada,
y son la huella, y son mi prueba,
y aquí ante vosotros la traigo,

y está diciendo,
que eran ángeles,
que eran tres ángeles,
y este agua es el zumo, el resto,
lo que queda de cómo se descongeló un ángel;

miradla, parece solo agua, agua fría,
pero creedme,
este agua antes fue hielo,
y rodeaba y abrazaba a cada uno de estos tres ángeles
que al entrar la primavera,
me trajeron congelados,

aquí están estos cubos, este agua
que lo demuestra,

eran tres ángeles
y así,
aquí,
es como se descongela un ángel.