Matamoscas #2
(Una historia general de la destrucción #2)
Echó a andar
imaginando que puntos de mira
lo apuntaban a la columna vertebral,
al pecho,
al centro de la frente.
Al principio se palmoteaba el cuerpo
como si fueran moscas molestas
que no lograba quitarse de encima.
Y no, no lo lograba,
seguían, todavía, allí.
Y siguió andando,
sospechando y medio adivinando
a los francotiradores apostados,
realmente muy bien ocultos,
en nuestros más altos edificios,
sus graciosas manos
con puntería y sin culpa.
Molestas moscas que no se le quitaban de encima.
Al poco ya no podía andar
sin la certeza de los ojos de los especialistas,
allí, arriba, puestos sobre él
uno bien apretado, el otro bien abierto,
a través de las muy precisas mirillas,
atentos a cada uno de sus movimientos,
y no, no son moscas,
ya puedes correr,
bailar, saltar, tirarte al río,
que no, que no son moscas,
y no se van a marchar.
¿Pero cómo puedes vivir así?
preguntan los que aún no imaginan
a los especialistas, arriba,
los que al echar a andar no saben
que tienen unos muy entrenados ojos,
puestos, con frialdad profesional,
sobre ellos,
¿cómo puedes vivir así?
preguntan, preguntáis,
y nosotros, los que en cuanto echamos a andar
bien que lo sabemos,
decimos ¿cómo podríamos no vivir así,
qué otra cosa íbamos a hacer
si no, directamente ya,
posar para sus miradas?
sí, posar,
posar igual que cuando aprendimos a hacerlo para las fotos,
y todo el tiempo
desfilábamos sonrientes,
¿os acordáis?
sí, igual ahora, posar,
porque no, no son moscas,
ya lo sabéis, no son moscas,
ya lo sabéis,
son las miradas decisorias, y muy profesionales,
de nuestros posibles verdugos,
nuestros inseparables compañeros,
que ni un poco nos aman,
y ni un nada nos odian,
¿cómo no vivir así,
posando,
ante los puntos rojos que, como tatuajes,
a todas horas nos acompañan,
sobre la columna vertebral,
sobre el pecho,
sobre el centro de la frente?
¿Cuándo?, preguntan ahora,
ligeramente inquietos, mirando hacia lo alto,
¿cuándo?, nadie lo sabe,
pero también ellos, aquellos, allí arriba,
igual que cuando lo de las fotos,
apretarán el clic,
como quien mata a una mosca,
y capturarán el instante,
¿os acordáis,
os acordáis cuando el tiempo entero se convirtió
en una sucesión de instantes,
en nada más que instantes cosidos
que colgaban como un collar
de nuestro cuello?
Esto es como aquello, un instante capturado,
y tú y tus instantes acabaréis en el suelo,
desparramados por el suelo
como las cuentas de un collar,
¿cuándo?, nadie lo sabe,
así que sonríe,
o, si es tu decisión,
enséñales el dedo, el dedo de en medio,
bien extendido,
sí, el dedo corazón, muéstraselo a las alturas,
si es tu decisión,
si es tu decisión únete a nosotros,
porque mira, estamos parados en la acera,
somos los de las moscas y los instantes desparramados,
y estamos aquí, y pueden ver,
a través de sus muy profesionales mirillas,
cómo extendemos nuestros dedos,
los de en medio,
nuestros dedos corazones,
nuestros dedos, corazón,
hacia las alturas,
hacia ellos, para ellos, desde aquí,
todos juntos en la acera,
con nuestros dedos al aire.
Mientras nos miran,
mientras nos apuntan,
a la columna vertebral,
al pecho,
o quizá,
al centro de la frente.