Donde la manta se acaba
Somos dos miniaturas en una cama,
tú vas vestida de rojo y caminas confiada,
alejándote hacia donde se doblan,
caen y se acaban las mantas,
y te estás acercando ya demasiado al borde,
a los acantilados,
yo, seguro y ausente,
con mi cabecita sobre la enorme almohada,
pienso en casi nada, siempre en otra cosa,
mientras escucho las olas rompiendo
contra las afiladas rocas,
allí, abajo, entre zapatillas,
losetas y alfombra.
Y te acercas y te acercas, y te asomas,
y yo me hago el dormido, miniatura dormida,
y mientras, tú, miniatura,
caes contra los acantilados rota.
Yo, aquí, miniatura, haciéndome el dormido,
y tú, miniatura, abajo, haciéndote la muerta.
Nuestra miniatura de amor
queda en casi nada,
en el desierto de esta inmensa cama,
y es ahora, un poco tarde ya,
que me arrastro hasta el borde,
donde la manta se acaba,
y saco mi pequeña cabeza,
y grito a los acantilados tu nombre,
allí abajo, me asomo,
y solo hay, ya lo imaginaba,
zapatillas gigantes, losetas enormes,
y la mar alfombrada,
también creo ver tu vestido rojo,
diciéndome adiós,
se lo están llevando las aguas,
y con ellas se va,
y nada queda,
ni rastro, solo eso queda,
de nuestra miniatura de amor.